La venganza, que se parece a una cicatriz profunda,
nos deja sin aliento en Día cero, el
cuento que abre esta colección de relatos.
El conejo azul, es una feroz
metáfora de lo que se vuelve visible cuando una relación se
termina. Los nuevos deseos que descubre el personaje de Cuéntame una historia de amor, al satisfacer su curiosidad de tener un encuentro sexual con
un chico asiático nos aterran. En Noche de cine, asistimos al
descubrimiento que hacen dos jóvenes, una lesbiana y el
otro un heterosexual, con un evidente descontento de lo que les está tocando
vivir, al estar encerrados en un ascensor que se ha detenido a mitad de
camino. En Eterno asistimos al relato
de una familia como símbolo de la
felicidad. El deseo llevado a sus
extremos entre un estudiante y su profesor de química, nos deslumbra en Yo me masturbo. Estas son parte de las
historias que nos cuenta Eduardo García en este su segundo libro de
cuentos. Deja atrás, por un momento, sus
personajes travestis, transformistas de vocación que nos han deslumbrado en sus
anteriores novelas. Los personajes de
estas historias son seres comunes, homosexuales, con deseos, con anhelos, con rabias; viajeros en busca de
sexo y de amor. En estos relatos se
despliega todo el talento del autor para mirar con compasión a sus personajes
cuando se ven enfrentados a los pasajes intrincados y más oscuros de su alma. Relata las experiencias del mundo homosexual,
como son la atracción sexual y la búsqueda del amor, como algo que no es más
que la búsqueda universal de cada ser humano.
En todas las historias, algunas de ellas contadas a un ritmo vertiginoso
y desesperado, hay un vínculo extraño, que
nos exige una lectura atenta a cada mínimo detalle. Estos personajes nos advierten de los
pliegues del amor, nos deleitan con escenas de sexo desenfrenado, nos hablan de
los que vagan perdidos en noches frías,
buscando a un amigo, a un amante, al amor de sus vidas.
Un invitado
especial, Martin Mazza con Hasta extremos
insospechados para ser uno mismo, nos regala un relato como si fuera
escrito con su cuerpo, a galope y desbocado, que juega con realidad y ficción.
“Y bebí vinos fuertes como los que beben los bravos
del placer”, escribió C.P. Cavafis. No
se arrepentirán de estos 22 cuentos de
gran intensidad, pues el sabor de estos vinos fuertes quedarán por mucho
tiempo.
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